lunes, 2 de febrero de 2015

Una base sólida


Siempre fue un idealista. El típico soñador de mirada inquieta que cae bien a todas las personas. No en vano pretendía cambiar el mundo, hacerlo más justo, más humano. Pero gozaba de tres poderosas armas para combatir el aire de ingenuidad que desprendía su discurso: capacidad de trabajo, juventud y oratoria.
Y así, tras diez largos años ofreciendo al pueblo su altruismo y luchando sin cuartel por los derechos del prójimo, alcanzó el liderazgo del partido. Un año más tarde llegó a la presidencia por mayoría absoluta, sorprendiendo incluso a sus propios mentores. Los cambios no se hicieron esperar: primero fue el piso donde vivía, que vendió para trasladarse a un pequeño chalet con piscina, pista de tenis y barbacoa en las afueras de la ciudad; luego cambió el turismo por un deportivo, se multiplicó el sueldo, afeitó su barba... Hasta se separó de su mujer. Si había que cambiar el mundo, mejor empezar por los cimientos.

M Pérez Recio

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