jueves, 6 de mayo de 2010

Cuarenta primaveras… nada más

Mirando desnudo al horizonte, hoy os confieso sin temor que todavía no he averiguado “el sentido de la vida”. Pero no es menos cierto que, durante la búsqueda del Grial, aparte de algo de mundo también descubrí el placer y el dolor, la gloria y el fracaso, el chocolate puro, el jamón, el queso curado, la cerveza y el buen vino. A ello debo mis triglicéridos, y no pocas sonrisas.

Confieso que, tal fue siempre mi interés por el sexo opuesto (no solo escribir y dibujar han cubierto el cupo de mis pasiones) que, al fin, para mantener el equilibrio del Universo me tocó en suerte preocuparme de tres mujeres, que son mi felicidad, mi preocupación y mi aliento, sin las que no podría sobrevivir mucho tiempo más en este proceloso juego de existir.

Como pretencioso creador, aprendí que no hay mayor logro que un hijo; en el caso que me ocupa, dos. Como hijo, que no existe deuda mayor que la contraída con un padre y una madre. Como nieto, que la abuela y el abuelo una vez fueron niños. Como hombre, que tanto acertar como errar pueden suponer una buena lección. Como habitante de este mundo, que no hay otro mejor ni peor; y que, por más que nos preocupe o tenga sin cuidado, pronto se irá todo al carajo. Por eso buscar la felicidad fue y es mi meta más preciada.

…Que no escribo un panegírico. Rezo así porque aún me considero lúcido. Tantas emociones, seguro mermaron y mermarán aún más –espero que por muchos años– mis desconcertadas neuronas, a las que achaco mis despistes y olvidos, a veces premeditados.

Un capricho: me gustaría leer unas palabras el día de mi funeral, que espero lejano, como el vuestro... Si no puedo, espero que alguien de los supervivientes me haga el favor. Pero antes, montaré una Harley Davidson o una Thriump.

¡Cuarenta! No hay escapatoria. Suena rotundo, preciso... como la puerta del Ferrari que no tengo. Una cifra que bien puede marcar el meridiano, o haberlo sobrepasado ya.

Una advertencia: pese a conjeturas, refranes y consejos, pienso seguir mojándome la barriga. Cargo y cargaré sin protestar con las consecuencias, pues solito decidí siempre cuál era el camino bueno en cada bifurcación –previa autorización de mi mujer, por supuesto.

Y al hilo, una nueva confesión: no creo en Dios, pero no descarto creer en él cuando esté jodido; duda que dejo en el aire, para que nadie se sorprenda ni me reproche débiles convicciones en un futuro tan incierto como insalvable.

La mayoría de los hoy presentes en este panal hemos sido partícipes o espectadores, incluso ambas, de importantes pasajes o escenas de nuestras vidas. Y qué bueno fue, y espero siga siendo, porque otra cosa que he aprendido es que las experiencias compartidas se disfrutan más y mejor. Cierto que, en los tiempos que corren, la amistad tiende a la utopía. Pero yo prefiero dejarme llevar por la ilusión, creer que todo el mundo es bueno, que la justicia prevalecerá, que todas las opiniones de mi último libro son desinteresadas... Hay sentimientos de por medio, y en ellos pervive mi esperanza.

Gracias sinceras, sencillas, a todos por estar aquí, leyendo, opinando, compartiendo mis desvelos y desvaríos, en este feliz cambio de rasante hacia la decadencia física y por fuerza crecimiento espiritual...

Un abrazo, compañeras y compañeros. Si hemos cruzado de un siglo a otro sin apenas daños en el casco, ¿qué puede significar un año más, el embate de una nueva ola, otro chupito de orujo?...

¡Por nosotros, que sobrevivimos a cuatro décadas de cambios sin parar!

Nelo